En medio del recorrido en el Chiflón del Diablo, Andrés Caniulef no solo conoció las profundidades de la mina, sino también todo lo que rodeaba la vida de los mineros.
Entre este entorno, se encontraban los pabellones. Estas eran las casas que utilizaban los mineros al trabajar en la mina submarina.
Estos lugares no eran casas como tal, sino pisos en los que las numerosas familias mineras vivían mientras el hombre del hogar bajaba a la oscuridad para conseguir carbón. Desde aquí salió incluso un plato típico, la carbonada.
En De Paseo, te mostramos cómo era la vida ahí hace más de 100 años.